Cili
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Anna Mariela Xei07
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Aria
Mae
De Clubes de striptease y paradas de...
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Cili
Anna
Dee
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Mariela
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Valentina95
Watson
Mariela
Correctores
Anna Mariela Xei07
Mariela
Aria
Mae
De Clubes de striptease y paradas de camiones a mansiones en la costa sureña y
escuelas privadas, una chica trata de mantenerse fiel a si misma.
Ella Harper es una sobreviviente, se a pasado toda su vida de ciudad en ciudad junto a
su madre frívola, luchando para llegar a fin de mes y creyendo que algún día saldrán
del foso.
Hasta que aparezca Callum Royal, Arrastrando a Ella fuera del mundo de la pobreza y
llevándola a su elegante mansión junto a sus cinco hijos los cuales la odian. cada chico
Royal es mas atractivo que el anterior, pero ninguno tan cautivan te como Reed Royal,
el chico que esta decidido a enviarla de vuelta a a el lugar de donde salio.
Reed no la quiere. el dice que ella no pertenece a el mundo de los Royals.
Riqueza. exceso. Engaño. no es nada que ella no haya experimentado antes, y si va a
sobrevivir a su vez en el palacio, tendrá que aprender a emitir sus propios derechos
reales.
Traducido por Mae
lla, te necesitan en la oficina del director —dice la señora Weir
antes de que pueda entrar a su clase de Pre-cálculo.
Compruebo mi reloj. —Ni siquiera llegué tarde.
Un minuto antes de las nueve y este reloj nunca se equivoca. Es probablemente el
elemento más caro que tengo. Mi mamá dijo que era mi padre. Además de su esperma,
que es lo único que dejó atrás.
—No, no se trata de llegar tarde... esta vez. —Su mirada pétrea normalmente es
suave en los bordes, y mi intestino transmite una advertencia a mi cerebro lento. La
señora Weir es ruda, pero me agrada. Ella trata a sus estudiantes como si estuviéramos
aquí para aprender matemáticas reales en lugar de alguna lección de vida o amor al
prójimo y porquerías como esa. Así que el hecho de que me de miradas simpáticas
significa que algo malo está pasando en la oficina del director.
—Está bien. —No es como puedo dar ninguna otra respuesta. Ofrezco un
movimiento de cabeza y redirigir a mí mismo a la oficina de la escuela.
—Te enviaré por correo la clase —dice la señora Weir detrás de mí. Creo que piensa
que no voy a volver a clase, pero no hay nada que el director Thompson pueda decirme
que sea peor a lo que me he enfrentado antes.
Antes de inscribirme en la Secundaria George Washington en mi primer año, ya
había perdido todo lo importante. Incluso si el señor Thompson se ha dado cuenta de
que alguna manera técnicamente no estoy viviendo en el distrito escolar de GW, puedo
mentir para ganar tiempo. Y si tengo que transferirme, que es lo peor que me puede
pasar hoy, entonces no es gran cosa. Lo haré.
—¿Cómo va todo, Darlene?
—E
La secretaria de la escuela con cabellos de madre apenas levanta la vista de su
revista People. —Toma asiento, Ella. El señor Thompson te verá pronto.
Sí, usamos un nombre de pila, yo y Darlene. Un mes en GW, y ya he gastado
demasiado tiempo en esta oficina, gracias a mí siempre creciente pila de resbalones en
las calificaciones. Pero eso es lo que sucede cuando trabajas en las noches y no ves el
lado suave de las sábanas hasta las tres de la mañana cada noche.
Estiro el cuello para mirar a través de las persianas abiertas de la oficina del señor
Thompson. Alguien está sentado en la silla del visitante, todo lo que puedo ver es una
mandíbula dura y pelo castaño oscuro. Todo lo contrario de mí. Soy tan rubia y de ojos
azules como hay en este mundo. Cortesía de mi donante de esperma, de acuerdo con
mamá.
El visitante de Thompson me recuerda a los hombres de negocios fuera de la ciudad,
que le daría a mi mamá miles de dólares para que ella pretenda ser su novia una noche.
Algunos chicos eligen eso, incluso más que el sexo real. En cuanto a mi madre, por
supuesto. No he tenido que ir por ese camino... todavía. Y espero nunca tener que
hacerlo, por lo que necesito mi diploma de secundaria para poder ir a la universidad,
obtener un título y ser normal.
Algunos chicos sueñan con viajar por el mundo, ser dueños de autos rápidos,
grandes casas. ¿Yo? Quiero mi propio apartamento, una nevera llena de comida, y un
trabajo remunerado estable, preferiblemente uno que sea tan emocionante como el
secado de pasta.
Los dos hombres hablan y hablan y hablan. Quince minutos pasan y siguen.
—¿Oye, Darlene? Estoy faltando a Pre-cálculo en este momento. ¿Está bien que
vuelva cuando el señor Thompson no esté ocupado?
Trato de decirlo tan bien como era posible, pero los años de no tener presencia
adulta real en mi vida, mi frívola, preciosa madre no cuenta, hacen que sea difícil para
mí hacer acopio de la sumisión necesaria que los adultos prefieren de cualquier persona
qua la que no se le permite beber legalmente.
—No, Ella. El señor Thompson terminará pronto.
Esta vez tiene razón, porque la puerta se abre y el director sale. El señor Thompson
mide alrededor de uno setenta y ocho y parece que se graduó de la escuela el año
pasado. De alguna manera se las arregla para mantener un cierto aire de responsabilidad.
Él me hace un gesto para que continúe. —Señorita Harper, por favor, entre.
¿Dentro? ¿Mientras Don Juan está ahí?
—Ya tiene a alguien en su oficina. —Señalo lo obvio. Esto parece sospechoso y mi
instinto me dice que me vaya. Pero si me quedo, voy a renunciar a esta vida cuidadosa
que he pasado meses planeando.
Thompson se da la vuelta y mira hacia Don Juan, que se levanta de la silla y me
saluda con su gran mano. —Sí, bueno, es por eso que estás aquí. Por favor entra.
En contra de mi mejor juicio, paso junto a Thompson y me detengo junto a la
puerta. Thompson cierra la puerta y voltea las persianas para cerrar la oficina. Ahora
estoy realmente nerviosa.
—Señorita Harper, siéntese. —Thompson señala la silla de Don Juan acaba de
abandonar.
Cruzo los brazos y miro a ambos con rebeldía. Las aguas del mar podrían inundar
la tierra antes de que tome asiento.
Thompson suspira y se coloca en su propia silla, reconociendo una causa perdida
cuando lo ve. Eso me hace sentir aún más incómoda, porque si está cediendo en esta
pelea significa que una más grande vendrá.
Recoge un conjunto de papeles de su escritorio. —Ella Harper, este es Callum
Royal. —Hace una pausa, como si eso significara algo para mí.
Por su parte, Royal me está mirando como su nunca hubiera visto una chica
antes. Soy consciente de que mis brazos cruzados elevan mis tetas así que dejo caer mis
manos a mis lados donde cuelgan torpemente.
—Encantada de conocerlo, señor Royal. —Es evidente para todos en la sala que
estoy pensando exactamente lo contrario.
El sonido de mi voz lo sacude de su hipnosis. Camina hacia delante y, antes de que
pueda moverse, tiene mi mano derecha apretada entre dos de las suyas.
—Mi Dios, te ves igual que él. —Las palabras las murmura por lo que sólo él y yo
podemos escucharlas. Entonces, como si recordara dónde está, me estrecha la mano—
. Por favor, llámame Callum.
Hay un extraño tono de sus palabras. Como si fueran difíciles de decir. Aparto mi
mano de la suya, lo que requiere un poco de esfuerzo, porque no quiere dejarla ir. El
señor Thompson tiene que aclararse la garganta para que Royal suelte mi mano.
—¿Qué es todo esto? —exijo. Como una chica de diecisiete años, en un cuarto lleno
de adultos, mi tono está fuera de lugar, pero nadie ni siquiera pestañea.
El señor Thompson se pasa una mano por su pelo agitado. —No sé cómo decir esto,
así que sólo seré directo. El señor Royal me ha dicho que sus padres han fallecido y que
él es ahora su tutor.
Vacilo. Sólo por un latido. Sólo el tiempo suficiente para permitir que la conmoción
se vuelva indignación.
—¡Pura mierda! —La maldición estalla antes de que pueda detenerla—. Mi madre
me inscribió en clases. Tiene su firma en los formularios de inscripción.
Mi corazón está latiendo un millón de millas por minuto, debido a que la firma es
en realidad la mía. Me forcé a mantener el control sobre mi propia vida. Aunque soy un
menor de edad, he tenido que ser el adulto en mi familia desde los quince años.
Para crédito del señor Thompson, no me castiga por la profanidad. —La
documentación indica que la denuncia del señor Royal es legítima. —Él se revuelve los
papeles en sus manos.
—¿Sí? Bueno, está mintiendo. Nunca he visto a este tipo antes, y si me deja ir con
él, el siguiente informe que verá es cómo una chica de GW desapareció en un esquema
de tráfico sexual.
—Tienes razón, no nos hemos visto antes —interviene Royal—. Pero eso no cambia
la realidad aquí.
—Déjame ver. —Salto a la mesa de Thompson y tomo los papeles de sus
manos. Mis ojos se extienden sobre las páginas, no leo realmente lo que hay
allí. Palabras me llaman la atención: tutor, y fallecido y legado, pero no significan
nada. Callum Royal sigue siendo un desconocido.
—Tal vez si tu madre pudiera venir, podríamos aclarar todo —sugiere el señor
Thompson.
—Sí, Ella, trae a tu madre y voy a retirar mi reclamo. —La voz de Royal es suave,
pero oído la rudeza. Él sabe algo.
Me giro hacia mi director. Él es el punto débil aquí. —Podría crear esto en el
laboratorio de la escuela. Ni siquiera necesitaría Photoshop. —Lanzo el fajo de papeles
delante de él. La duda se forma en sus ojos, así que tomo mi ventaja—. Tengo que
volver a clase. El semestre está empezando y no quiero quedarme atrás.
Se lame los labios con incertidumbre y lo miro con toda la convicción en mi
corazón. Yo no tengo un papá. Desde luego, no tengo un tutor. Si lo hiciera, ¿dónde
estuvo este burro de toda la vida, mientras que mi madre estaba luchando a fin de mes,
cuando tenía dolores espantosos por el cáncer, cuando lloraba en su cama de cuidados
paliativos por tener que dejarme sola? ¿Dónde estaba entonces?
Thompson suspira. —Está bien, Ella, ¿por qué no vas a clase? Es evidente que el
señor Royal y yo tenemos más asuntos que tratar.
Asuntos Reales. —Estos documentos están en orden. Me conoces y conoces a mi
familia. Yo no estaría aquí presentándote esto si no fuera la verdad. ¿Cuál sería la razón?
—Hay un montón de pervertidos en este mundo —digo sarcásticamente—. Ellos
tienen un montón de razones para inventar historias.
Thompson menea la mano. —Ella, ya es suficiente. Señor Royal, es una sorpresa
para todos nosotros. Una vez que entremos en contacto con la madre de Ella, podemos
aclarar todo esto.
A Royal no le gusta el retraso y renueva su argumento acerca de lo importante que
es y cómo un Royal no mentiría. Casi esperaba que invocan a George Washington y el
árbol de cerezo. Mientras los dos hablan, salgo de la habitación.
—Voy al baño, Darlene —miento—. Voy volver a clase justo después.
Ella compra fácilmente. —Toma tu tiempo. Le avisaré a la maestra.
No voy al baño. No voy a volver a clase. En su lugar, me apresuro a la parada de
autobús y cojo el autobús G hasta la última parada.
A partir de ahí hay una caminata de treinta minutos al apartamento que arriendo
por míseros quinientos al mes. Tiene un dormitorio, un baño sucio, y una sala/cocina
que huele a moho. Pero es barato y la propietaria es una mujer que estaba dispuesta a
aceptar dinero en efectivo y no hacer una verificación de antecedentes.
No sé quién es Callum Royal, pero sí sé que su presencia en Kirkwood son malas,
malas noticias. Esos documentos legales no eran Photoshop. Eran reales. Pero no hay
manera en que ponga mi vida en las manos de un desconocido que apareció de la nada.
Mi vida es mía. La vivo. La controlo.
Saco mis libros de texto de cien dólares de mi mochila y lleno la bolsa que acabo de
vaciar con ropa, artículos de tocador, y los últimos dólares de ahorro, mil
dólares. Mierda. Necesito algo de dinero rápido para salir de la ciudad. Estoy sin
dinero. Me costó más de dos mil dólares a vivir aquí, con los billetes de autobús y luego
el primer y último mes de alquiler junto con un depósito de alquiler. Es un asco que me
vaya a comer el dinero del alquiler no utilizado, pero está claro que no puedo quedarme.
Estoy huyendo de nuevo. La historia de mi vida. Madre y yo siempre estábamos
huyendo. De sus novios, sus jefes pervertidos, servicios sociales, pobreza. El hospicio
era el único lugar en el que nos alojábamos por una cantidad sustancial de tiempo, y eso
porque ella se estaba muriendo. A veces pienso que el universo ha decidido que no se
me permite ser feliz.
Me siento en el borde de la cama y trato de no llorar por la frustración y la ira y bien,
sí, incluso miedo. Me permito cinco minutos de autocompasión y luego tomo el
teléfono. A la mierda el universo.
—Oye, George, he estado pensando acerca de tu oferta para trabajar con Daddy G’s
—digo cuando una voz masculina responde a la llamada—. Estoy lista.
He estado trabajando en Miss Candy, un club donde me desnudo hasta quedar en
tanga. Es bueno, pero no excelente, el dinero. George me ha estado pidiendo que pase
a Daddy G’s, un lugar de desnudo total, desde hace unas semanas. Me he resistido
porque no veo la necesidad. Ahora sí.
Fui bendecida con el cuerpo de mi madre. Piernas largas. Cintura moldeada. Mis
pechos no son de una doble D espectacular, pero George dijo que le gustaba mi copa B,
ya que da la ilusión de juventud. No es una ilusión, mi identificación dice que tengo
treinta y cuatro años y que mi nombre no es Ella Harper, sino Margaret Harper. Mi
madre muerta. Súper espeluznante si te detienes a pensar en ello, lo que trato de no
hacer.
No hay muchos puestos de trabajo de una de diecisiete años, en realidad puede hacer
a tiempo parcial y todavía pagar las cuentas. Y ninguno de ellos legales. Medicamentos
administrados. Girar trucos. Tira. Elegí el último.
—Maldición, chica, ¡es una excelente noticia! —murmura George—. Tengo esta
noche un lugar. Puedes ser la tercera bailarina. Vestir uniforme de colegiala católica. Los
chicos van a amar eso.
—¿Cuánto por esta noche?
—¿Cuánto qué?
—Dinero en efectivo, George. ¿Cuánto dinero?
—Quinientos y cualquier propina que puedas. Si quieres hacer algunos bailes
privados, te voy a dar cien por bailar.
Mierda. Podría hacerlo esta noche. Meto toda mi ansiedad y malestar en la parte
trasera de mi cabeza. Ahora no es el momento para un debate moral interno. Necesito
dinero, y desnudarme es una de las formas más seguras para conseguirlo.
—Estaré allí. Reserva ya todos los que puedas para mí.
Traducido por Mae
addy G’s es una mierda, pero es mucho mejor que algunos de los otros
clubes de la ciudad. Por otra parte, eso es como decir: "Toma un bocado de
este pollo podrido. No es tan verde y mohoso como estos otros." Aún así,
dinero es dinero.
La aparición de Callum Royal en la escuela ha estado molestándome todo el día. Si
tuviera un portátil y una conexión a Internet, hubiera buscado en Google al tipo, pero
mi viejo ordenador está roto y no he tenido el dinero para disponer de un reemplazo. No
quería caminar a la biblioteca para usar esa, tampoco. Es estúpido, pero yo tenía miedo
de que si dejaba el apartamento, Royal podría emboscarme en la calle.
¿Quién es? ¿Y por qué se ha creído que es mi tutor? Mamá nunca mencionó su
nombre. Por un momento anterior, me preguntaba si podría ser mi padre, pero esos
papeles decían que mi padre había fallecido, también. Y a menos que mamá me
mintiera, sabía que el nombre de mi padre no era Callum. Era Steve.
Steve. Eso siempre se sintió falso. Al igual que, cuando un niño dice: —¡Háblame de
mi papá, mamá! —Y sueltas el primer nombre que te viene a la mente—. Uh, su nombre
era, um, Steve, cariño.
Pero no quiero ni pensar que mamá me mintió. Nosotros siempre éramos honestas.
Aparto a Callum Royal de mi mente, porque esta noche es mi debut en Daddy G’s
y no puedo dejar que un desconocido de mediana edad en un traje de mil dólares me
distraiga. Ya hay suficientes hombres de mediana edad en esta articulación para ocupar
mis pensamientos.
El club está lleno. Supongo la noche de colegiala católica es una gran atracción en
Daddy G’s. Las mesas y reservados en la planta principal están todos ocupados, pero la
sala VIP está desierto. No es una sorpresa. No hay muchos VIPs en Kirkwood, esta
pequeña ciudad de Tennessee fuera de Knoxville. Es una ciudad de clase trabajadora,
D
clase mayormente a la baja. Si haces más de 40 millones un año, se te considera
forrado. Por eso lo elegí. Sistema barato y la escuela pública del alquiler es decente.
El vestuario está en la parte posterior, y está lleno de vida cuando entro. Mujeres
semidesnudas me miran al entrar. Algunas inclinan la cabeza, un par sonríen, y luego
re-enfocan su atención en asegurar sus cinturones elásticos o aplicar su maquillaje en las
mesas de tocador.
Sólo una se acerca a mí.
—¿Cenicienta? —dice.
Asiento. Es el nombre artístico que he estado usando en Miss Candy. Parecía
adecuado en el momento.
—Soy Rose. George me pidió que te mostrara el vestuario.
Siempre hay una gallina en cada club, una mujer mayor que se da cuenta de que
está perdiendo la batalla contra la gravedad y decide hacerse útil en otras formas. En
Miss Candy, era Tina, la rubia de edad, que me tomó bajo su ala del momento
uno. Aquí, es la pelirroja Rose, que habla mientras me guía hacia el estante de trajes.
Cuando me acerco al uniforme de colegiala, intercepta mi mano. —No, eso es para
más adelante. Ponte esto.
Lo siguiente que sé, es que me está ayudando a ponerme un corsé negro con
cordones entrecruzados y un tanga negro de encaje.
—¿Bailaré con en esto? —Apenas puedo respirar por el corsé, mucho menos
desatármelo.
—Olvida lo que está encima. —Ella se ríe cuando se da cuenta de que mi respiración
se detiene—. Sólo mueve ese trasero y monta el polo de Ricky Ricon, y estarás bien.
Le doy una mirada en blanco. —¿Creí que iba al escenario?
—¿George no te lo dijo? harás un baile privado en la sala VIP ahora.
¿Qué? Pero acabo de llegar. Desde mi experiencia en Miss Candy, normalmente
bailabas en el escenario un par de veces antes que cualquiera de los clientes solicitara
una sesión privada.
—Debe ser uno de tus clientes habituales de tu antiguo club —adivina Rose cuando
se da cuenta de mi confusión—. Ricky Ricon simplemente está aquí como si fuera el
dueño del lugar, le da a George cinco grandes, y le dice que te envié con él. —Ella me
guiña el ojo—. Juega bien y sácale más Benjamins.
Entonces se ha ido. Hablando con las otras bailarinas, mientras me quedo allí
debatiendo si esto fue un error.
Me gusta aparentar que soy fuerte, y sí, lo soy, en cierta medida. He estado sin
dinero y hambrienta. Fui criada por una desnudista. Sé cómo lanzar un golpe, si tengo
que hacerlo. Pero sólo tengo diecisiete años. A veces me siento demasiado joven para
haber vivido la vida que tengo. A veces miro a mi alrededor y pienso, no pertenezco aquí.
Pero estoy aquí. Estoy aquí, y no tengo dinero, y si quiero ser esa chica normal que
estoy desesperadamente tratando de ser, entonces necesito salir de este vestidor y montar
el polo del Señor VIP, como lo expresó Rose tan bien.
George aparece mientras recorro el pasillo. Es un hombre robusto, con barba y ojos
amables. —¿Rose te dijo sobre el cliente? Él ha estado esperando.
Asiento, tragando torpemente. —No tengo que hacer nada, ¿verdad? ¿Solo bailar
regularmente?
Se ríe. —Has lo que desees, pero si te toca, Bruno lo sacará.
Me alivia saber que Daddy G’s cumple la norma de no tocar-la-mercancía. Baile
para los hombres babosos es mucho más fácil cuando sus manos viscosas no se acercan
a ti.
—Lo harás bien, chica. —Da palmaditas en mi brazo—. Y si pregunta, tienes
veinticuatro, ¿de acuerdo? Nadie más de treinta años trabaja aquí, ¿recuerdas?
¿Qué hay de menos de veinte años? Casi pregunto. Pero mantengo mis labios
apretados. Él tiene que saber que estoy mintiendo sobre mi edad. La mitad de las
muchachas aquí lo hacen. Y pude haber vivido una vida dura, pero de ninguna manera
me veo de treinta y cinco. El maquillaje me ayuda a pasar de veintiuno. Apenas.
George desaparece en el vestuario, y tomo una respiración antes de dirigirme hacia
el pasillo.
El sensual bajo me saluda en la habitación principal. La bailarina en el escenario se
ha desabrochado la camisa del uniforme blanco, y los hombres se vuelven salvajes al
primer vistazo de su sujetador transparente...