os corazones fracturados y un amor prohibido que no pueden negar.
No deberías querer lo que no puedes tener...
Faye Donovan lo ha perdido todo. Despué...
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os corazones fracturados y un amor prohibido que no pueden negar.
No deberías querer lo que no puedes tener...
Faye Donovan lo ha perdido todo. Después de la trágica muerte
de sus padres, se ve alejada de su casa en Irlanda cuando un desconocido tío se
presenta como su nuevo tutor.
Sumergida de repente en el sueño americano, Faye debería sentirse agradecida.
Excepto que vivir con su tío rico, su esposa dueña de un imperio de moda y sus siete
hijos locos se está convirtiendo rápidamente en una pesadilla, especialmente cuando
surgen ciertos sentimientos inapropiados.
Kyler Kennedy hace que le duela la cabeza y que su corazón se acelere, pero es
su primo.
Está fuera de los límites.
Y no es exactamente acogedor; Kyler es ignorante, malhumorado y
francamente cruel a veces, pero Faye ve detrás de la máscara que lleva, reconociendo
un espíritu afín.
Kyler ha renegado de las chicas, pero Faye se mete bajo su piel. Cuando más la
aleja, más se ve atraído a ella, pero actuar sobre esos sentimientos es arriesgarse a
muchos prejuicios, y cualquier soplo de escándalo podría dañar la preciada marca
Kennedy.
Ocultar sus sentimientos parece la única opción.
Pero cuando todos tienen algo que esconder, un secreto es algo muy peligroso.
Lleno de escándalo, familias disfuncionales, angustia y drama al estilo
telenovela adolescente, secretos y mentiras, chicas malas y peleas de gatas, lujuria y
amor, el primer libro de la serie Kennedy Boys te tendrá pasando páginas hasta altas
horas de la noche.
Solo recomendado para lectores de más de 17 años debido a contenido y
lenguaje maduro.
o dices en serio? —Froto un punto tenso entre mis ojos
mientras nivelo una mirada incrédula al hombre calvo
sentado detrás del otro lado de la mesa. Bajando su
barbilla, me mira fijamente por encima de sus lentes
de montura negra. Encaramadas en la punta de su nariz bastante puntiaguda, sus
lentes son del tipo anticuado que esperas ver en tipos de abogados pasados de moda.
—Puedo asegurarle, señorita Donovan, que la compañía de abogados Hayes,
Ryan, Barrett no hacen bromas sobre esos asuntos. —Sus labios se aprietan en una
línea de desaprobación mientras me mira fijamente a los ojos. No hay una pizca de
compasión en su tono o en su mirada. Sus ojos tienen una cualidad muerta y vacía.
Como su conciencia, sin duda.
Él rezuma indiferencia.
Y, claro, ¿qué le importa? Ya se le ha pagado y los clientes que lo contrataron
difícilmente pueden reprenderlo por su falta de empatía.
—¿Por qué no he oído hablar de esto? —Hago girar mis manos en el aire—. ¿Del
tipo Kennedy antes?
Resopla un suspiro.
—Solo tus padres pueden responder a esa pregunta.
—Bueno —digo, entrecerrando mis ojos—, a menos que haya descubierto una
manera de hablar con los muertos, supongo que esa es una pregunta de la que nunca
obtendré respuesta. —Me hundo un poco en mi silla mientras el muro de dolor me
golpea como un tsunami. Aunque mi comentario inteligente puede sugerir
indiferencia, no podría estar más lejos de la verdad.
Ha sido lo mismo estos últimos tres días, mientras las secuelas del accidente
finalmente tocan la cuerda sensible.
Los primeros cuatro días de lo que ahora me refiero como mi “ojalá también
estuviera muerta” nueva vida, es un borrón. Recuerdo vagamente al guardia
llamando a mi puerta, explicando de una manera suave y comprensiva cómo mis
padres murieron instantáneamente en una colisión frontal. Su Toyota Corolla
plateado nunca tuvo una oportunidad contra el tráiler. Según el informe de la Garda,
el auto de mis padres fue destrozado más allá de todo reconocimiento.
Mis ojos se cierran cuando una horrible visión sube a mi mente. Envuelvo mis
brazos alrededor de mi cintura, meciéndome lentamente hacia adelante y hacia atrás
en la silla. El intenso dolor hace que mi estómago se retuerza en nudos, y una confusa
bola de emoción se aloja en la parte posterior de mi garganta. Ningún niño debería
tener que ver a sus padres así. Mientras viva, nunca podré borrar la memoria de sus
rostros grotescamente distorsionados. Pero no había elección. No había otro
pariente vivo que identificara sus cuerpos.
O eso pensé.
Hasta hace diez minutos cuando mi mundo se inclinó sobre su eje por segunda
vez en una semana.
—¿Señorita Donovan? ¿Puedo traerle un poco de agua? —El tono un poco más
suave del abogado me libera de las imágenes torturantes dando vueltas en mi mente.
Abro los ojos, alejando de mi rostro mechones largos y pegajosos de mi cabello
castaño. El clima ha sido cálido durante este verano, y mi cabello no ha agradecido a
la madre naturaleza por su generosidad. La humedad y el cabello grueso no se
mezclan. He pasado todo el verano luciendo un trapeador sudoroso y encrespado
encima de mi cabeza. No es de extrañar que apenas haya conseguido alguna acción
desde que Luke y yo fuimos por caminos separados.
El abogado tose, intentando recuperar mi atención.
—¿Faye? —Se inclina hacia adelante en su silla—. ¿Estás bien?
Ahogo mi resoplido de incredulidad. ¿Estoy bien? ¿Está hablando en serio el
viejo? ¡No, idiota! No estoy bien. Toda mi vida está a punto de ser alterada, y mi
confundido cerebro difícilmente puede comprender las implicaciones. Por no
mencionar el hecho de que apenas he dormido en días o que mi corazón está
destrozado en pedazos pequeñitos. Desgarrada ante el conocimiento de que nunca
voy a ver de nuevo la radiante sonrisa de mamá o sentir el peso reconfortante de la
siempre amorosa mirada de papá, estoy lo más alejada de estar bien que una persona
puede estar.
Quiero decirle todo eso, pero no lo hago. Soy incapaz de compartir alguna parte
de mí misma con otro ser humano. Soy como el cascarón de una persona viviendo,
respirando y caminando. Un zombi sin alma. Incluso tengo los ojos hundidos y la
palidez fantasmal para demostrarlo. Tal vez haga una audición para participar en
The Walking Dead. Preferiblemente, antes que este tipo Kennedy aparezca para
llevarme lejos.
Negando, casi divirtiéndome ante los lamentables vagabundeos de mi mente,
me obligo a concentrarme en el aquí y ahora.
—¿Él ya lo sabe? —pregunto, ignorando la estúpida pregunta del abogado.
—Hemos notificado al señor Kennedy del contenido de la última voluntad y
testamento de tus padres. Estará aquí a las dos, mañana, para hacerse cargo de ti.
—No soy un perro o una posesión o algo de lo que ustedes puedan hacerse cargo
—espeto.
El señor Hayes se sienta recto en su silla, examinándome con sus ojos vacíos.
—Solo estoy exponiendo los hechos. Eres menor de edad, y tu tío, como tu único
pariente vivo, ha sido nombrado tu guardián hasta que cumplas dieciocho años. Eres
su responsabilidad hasta entonces.
—¿No puedo impugnar la voluntad? Soy más que capaz de cuidar de mí misma
durante los próximos meses. Y usted dijo que la hipoteca de la casa está pagada
ahora, y tengo mi trabajo de medio tiempo, así que puedo manejarme con eso y los
ahorros que mis padres me dejaron.
Voluntariamente donaría una extremidad para evitar vivir al otro lado del
océano Atlántico con un montón de extraños.
No quiero irme de Irlanda.
Es el único hogar que he conocido.
—Esos ahorros no te llevarán lejos, y, además —dice, barajeando una pila de
papeles sobre el escritorio—, era el deseo de tus padres que tu tío se hiciera cargo de
ti. No querían que estuvieras sola.
Entonces, ¿por qué me dejaron?
¿Por qué obligar a este extraño a cuidarme?
¿Obligarme a dejarlo todo y mudarme al otro lado del mundo?
La añadiré a la cada vez mayor lista de preguntas inútiles que ha acompañado
a sus muertes.
—¿No hay nada que pueda hacer para detener esto? —emito una última
pregunta de súplica.
Él niega mientras se levanta.
—Es la ley, señorita Donovan. No tienes elección.
Me levanto, metiendo las manos en los bolsillos de mis jeans. Puede que no
tenga mucha opción ahora, pero esto es solo a corto plazo.
Apresúrate enero.
En cuanto alcance ese número mágico de dieciocho, estoy corriendo a casa.
—¡Fondo blanco! —Jill choca su shot contra el mío antes de inclinar su cabeza
hacia atrás y bebérselo como una campeona. Lamo la sal de mi mano y trago el
tequila en un movimiento bien practicado. Se asienta como leche agria en mi
estómago vacío. Ugh, esas cosas nunca se vuelven más fáciles de digerir.
Luke eructa, y Jill se cae del sofá riendo.
—Maldición, eso es algo bueno. Sírveme más. —Él sostiene su vaso y
debidamente complazco.
Me siento tentada a beber directamente de la botella. Para ahogar mis penas
con la esperanza de que cuando me despierte voy a descubrir que todo esto ha sido
un completo malentendido, no la encarnación real de una pesadilla viviente. Pero,
por desgracia, no soy del tipo delirante, y ese tipo de pensamientos solo me llevará
más lejos.
—Tal vez no sea tan malo, ¿sabes? —dice Rachel, cerrando una mano en la
camisa de Jill y arrastrándola de nuevo al sofá—. ¿Cuántos hijos dijiste que tiene este
tipo Kennedy?
—Siete. —Miro el cuello del tequila con anhelo justo cuando Luke saca la botella
de mis manos—. ¡Oye! —Me estiro sobre el brazo del sofá y lo agarro. Él lo aleja de
mi alcance, y le doy una palmada en el pecho—. Eso es mío. Dámelo.
—Solo si prometes no beber toda la botella. No quieres estar enferma en el
vuelo.
—Tal vez quiera llegar tan borracha que vomite encima de mi nuevo guardián
y él tendrá dudas acerca de cómo me llevará. —Me abalanzo por la botella de nuevo,
pero él la mantiene fuera del alcance del brazo. Ceñuda, me arrastro por el sofá
encima de su silla, haciendo un último intento de arrebatar mi botella de tequila. Mis
dedos agarran el frío cristal transparente, al mismo tiempo que la mano oportunista
de Luke serpentea alrededor de mi cintura. Me empuja hacia su regazo para que esté
a horcajadas en él. Enterrando su cabeza en mi cuello, murmura:
—Hueles divino, Faye.
—Apártate, Luke. No te vas a meter en mis bragas. —Trato de alejarme de su
regazo, pero su agarre es ceñido.
—¿Qué tal una última noche juntos por los viejos tiempos? —Sus intensos ojos
verdes se oscurecen de lujuria.
Hubo un tiempo en que pensé que el sol, la luna y las estrellas brillaban en el
culo de Luke.
Pero ese barco zarpó hace seis meses.
Tuvimos dos buenos años juntos antes que nuestra relación se agotara. Sé que
estaba herido cuando terminé las cosas, pero fue lo mejor. La química ya no estaba
ahí, y no tenía sentido engañarme de otra manera.
No soy una de las que rondan una vez que he tomado una decisión sobre algo.
Aunque, eso no ha impedido que Luke lo intente conmigo cada cierto tiempo.
Como ahora mismo.
Alcanzándolo, arranco su mano de mi trasero y lo inmovilizo con una mirada
severa.
—No está sucediendo, Luke. Ahora suelta.
Luke suelta un suspiro de molestia, y le mando una mirada suplicante.
Independientemente de cómo terminamos, todavía me preocupo por él, y no quiero
dejar el país en malos términos. Fue una parte importante de mi vida por un tiempo,
y me ayudó a superar algunas cosas difíciles.
Nunca olvidaré eso.
A regañadientes, me suelta, y retrocedo hacia mi lado del sofá.
—Tienes que enviar imazenes. —Rachel articula mal, y me río. Esa chica ni
siquiera puede mirar el alcohol sin ponerse borracha, pero no deja que eso la
detenga—. De tus priiimoss en forma —añade cuando ve mi ceño fruncido.
—¿Cómo sabes que están en forma? —Levanto una ceja a mi mejor amiga.
—Porque todos los estadounidenses ricos son apuestos.
—Esa es la cosa más estúpida que ha salido de tu boca —se burla Luke.
Ella levanta momentáneamente su cabeza del sofá para enviarle una mirada
soez.
—¡No lo ezz! He visto Gossip Girl, y esos chicos están bien y apestan a ricos.
—¡Vaya! Lo has visto en un programa vulgar de TV, así que debe ser cierto. —
La burla gotea de la lengua de Luke—. Eso es incluso más estupidísimo. —Pone sus
ojos en blanco hacia el techo.
—Estupidísimo no es en realidad una palabra —dice Jill con voz aguda, sonando
notablemente sobria para alguien que parece que está a punto de desmayarse.
—Lo es. Búscalo en Google. —Luke le saca el dedo medio antes de beber otro
chupito—. Lo sabrías si no hubieras bombardeado todas tus células cerebrales con
tequila.
Rachel abre su boca para contraatacar, pero desconecto la conversación.
Saltando, agarro mi celular de la mesa auxiliar y lo enchufo en el soporte de
acoplamiento. Giro el volumen al máximo, ahogando las voces de mis amigos. El
estallido de la música explota a través de la habitación, y Jill emite un fuerte grito.
Mi cuerpo se balancea al ritmo de la música mientras ella se levanta para unirse.
El resto de la noche se convierte en un gigante y borroso desorden. Vagamente
recuerdo a otros llegando, abarrotando nuestro pequeño salón como sardinas. Las
visiones de Rachel y Jill escoltándome al baño son confusas.
Incluso son brumosos los acontecimientos que preceden a este momento.
Mi cabeza palpita dolorosamente mientras empiezo lentamente a recuperar la
conciencia. Es como si alguien hubiera metido un martillo a mi cabeza y estuvieran
golpeando a su propio ritmo. Un gemido se escapa de mis labios. Mi lengua está
pegada al cielo de mi boca, y el sabor rancio de tequila y sal me cubre la boca en una
capa repugnante de baba. Me humedezco los labios secos mientras intento abrir mis
ojos.
Las sábanas están manchadas de un color rojo brillante, y parpadeo
profusamente en total confusión.
Enredados mechones de cabello rojo cubren mi rostro mientras combato una
nausea. ¿Qué de…?
Empujarme en mis codos es una tremenda hazaña en sí misma. Con mis
miembros temblorosos, retiro el nudoso cabello rojo de mis ojos y miro la
abundancia de tinte rojo que recubre las sábanas blancas de mi cama.
Gruño. Jodido infierno. ¿Qué hice? Frotando un mechón de mi cabello entre
mis manos, gimo cuando comienzan a volver los recuerdos. En algún momento de la
noche, tuve la brillante idea que un cambio de imagen era apropiado, y hemos
asaltado el armario del baño.
El tinte rojo para el cabello era de mamá. Se había teñido el color de su cabello
estos últimos meses, porque algunos mechones grises habían hecho una aparición
no deseada. Su cabello era oscuro, como el mío, con ricos y exuberantes mechones
cobrizos. Todavía puedo recordar cómo su cabello solía brillar magníficamente a la
luz del sol.
Un dolor agudo me atraviesa el corazón mientras vuelvo a caer en la cama.
Entonces es cuando me doy cuenta de la cuestión número dos.
Una mano aprieta mi pecho, y ágiles dedos comienzan a frotar la punta de mi
pezón. Todavía estoy completamente vestida, gracias a las estrellas, pero eso no está
deteniendo a mi compañero de cama. El pánico se alza y me golpea en el rostro. Esto
no puede ser bueno. Me devano los sesos, pero no puedo recordar ningún detalle.
No tengo idea de quién está acostado a mi lado.
O lo que podamos o no haber hecho.
Reprimo un gemido mientras me doy vuelta hacia el otro lado.
La sonrisa traviesa de Luke me saluda y silenciosamente maldigo. Sus ojos
verdes brillan de emoción, y creo que podría vomitar.
Por favor, dime que no. Por favor, dime que tuve más sentido que eso. O que
estaba demasiado borracha para llevar algo al siguiente nivel. Amplío mis ojos
mientras lo observo. Sus dedos se deslizan más febrilmente por mi pezón, y aunque
estoy protegida por mi camisa, su frenética fricción realmente duele.
Le envío mi mejor mirada de muerte.
La que normalmente reservo para los parásitos y asesinos en serie.
—¿Qué crees que estás haciendo?
—Gracioso —dice una voz masculina fuertemente acentuada—. Estaba a punto
de hacer la misma pregunta.
rito, empujando la mano de Luke mientras me desplazo contra la
cabecera de la cama, llevando las mantas bajo mi barbilla. Un hombre
alto y apuesto, de oscuro cabello corto y penetrantes ojos azules, está
parado en el borde de la cama, mirándome como si acabara de ver un
fantasma.
Mierda.
Esto no puede estar pasando.
Mis ojos van hacia el pequeño reloj digital que descansa encima de la mesita de
noche, y maldigo cuando veo la hora. Ni siquiera había pensado en poner la alarma,
y ahora he dormido la mañana y mitad de la tarde.
Luke se sienta, pasando una mano por su desordenado cabello.
—¿Quién diablos eres tú?
Pongo mis ojos en blanco. En serio, ¿es estúpido? Le doy un codazo en las
costillas.
—No seas un idiota, es obvio quién es, ¿o no estabas escuchando una palabra
de lo que dije anoche?
—Estaba demasiado ocupado mirando tus tetas.
Puntos por la honestidad, pero nada por la inteligencia.
Es evidente que todavía está borracho.
El señor Kennedy parece que está a segundos de botar a Luke a la calle.
Le ahorraré la molestia.
—Creo que es tu señal para irte. —Lo empujo suavemente—. Vamos, vete.
Él me clava con una mirada desdeñable.
—No es lo que estabas diciendo anoche.
Alzo mis manos al aire. Presionando mi boca en su oreja, siseo:
—¡Lo que sea! ¡Ya sabes que estaba borracha! —Lo miro de nuevo.
—Espero sinceramente que no te hayas aprovechado de mi sobrina —dice mi
tío, con un extraño acento medio irlandés y medio americano. Nivela una mirada
penetrante con Luke. Se enfrentan por un par de segundos, y la mirada de mi tío se
oscurece en un nanosegundo. Es una mirada bastante impresionante.
Una vez que no estoy en el extremo receptor de la misma.
Aprovecho la oportunidad para estudiarlo astutamente. Es alto y esbelto, con
un aspecto musculoso sin pretensiones, que indica que lo trabaja, pero no lo lleva a
extremos. Llevando una camisa polo manga larga de rayas azul y rojo y jeans oscuros,
está vestido a la moda para un hombre mayor. El polo es ajustado y abraza su pecho
definido como una segunda piel. Su cabello oscuro está peinado hacia atrás, retirado
de su frente, de una forma fingida sin esfuerzo alguno. Mi nariz se contrae cuando
recojo el olor almizclado de su loción de afeitar.
Desprende un aire de riqueza discreta que es desconcertante. Estoy empezando
a sospechar que Rachel dio en el clavo con su evaluación.
Si esto es lo que mi tío parece, tengo la sensación de que mis primos van a
cumplir fácilmente el barómetro de gente-rica que ella ha establecido.
Luke suelta las mantas y se pone de pie. Hace un gesto hacia su ropa.
—Relájate, no me aproveché de ella. Nunca le haría daño a Faye… La amo. —Él
comienza a revisar el piso por sus tenis, evitando claramente mi mirada.
La barbilla de mi tío se levanta bruscamente.
—¿Es tu novio? —Se ve escéptico.
—Ex.
Ahora se ve aliviado.
Luke frunce el ceño mientras se sienta en el borde de la cama, deslizando los
pies dentro de sus tenis. Se vuelve para mirarme.
—¿Supongo que esto es un adiós?
—Eh. —Froto mi mano a través de mi nuca mientras miro a mi tío para la
confirmación. No tengo idea de cuáles son los planes, ya sea que tenga la intención
de pasar unos días o si nos estaremos yendo inmediatamente. El señor Kennedy
asiente, y me vuelvo para enfrentar a Luke—. Sí. Nos vemos, Luke.
Se inclina para besar mi mejilla, y lo jalo en un rápido abrazo. Una mirada triste
se desplaza brevemente por sus ojos.
—Cuídate, Faye. Te extrañaré. —Se aleja de la habitación con los hombros
encorvados.
Una capa de tensión llena el espacio vacío inmediatamente. Mi tío me mira, y
lo miro de vuelta, y simplemente nos quedamos viéndonos, sin que ninguno de
nosotros sepa qué decir ni hacer. Sus sorprendentemente familiares ojos azules están
pegados en los míos, y toda una serie de emociones salpican su rostro. Un músculo
se aprieta en su mandíbula mientras continúa escudriñándome, y me retuerzo
incómodamente. Es demasiado intrusivo, incómodo en tantos niveles diferentes.
Muerdo la comisura de mi labio, pero me niego a desviar mis ojos, encontrando su
penetrante mirada de lleno.
Después de un par de minutos, la irritación se comienza a construir. Me siento
como un mono en una jaula en el Zoo de Dublín. Mi paciencia se acaba.
—¿No le dijeron que es grosero mirar fijamente?
Eso lo saca de su estado de trance. Se balancea en sus talones, mirándome con
timidez.
—Me disculpo, Faye. Y por presentarme así, pero perdiste la cita con el
apoderado legal, eh, abogados —corrige cuando ve mi expresión perpleja—, y estaba
preocupado.
Mete sus manos en los bolsillos, mientras lo igualo con una mirada vigilan...