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Moderadora:
Nelly Vanessa
Traductora
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Correctoras
Kath
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Pochita
Maye
Clau
Dabria Rose
Revisión final:Maye
Diseño: Dabria Rose...
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Kath
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Revisión final:Maye
Diseño: Dabria Rose
4
Mi nombre es Carter Reynolds. Nací bastardo y moriré como un bastardo. Lo
aprendí a una edad temprana, y nada ni nadie puede cambiar eso. Estoy en el
camino de la destrucción en un solo sentido, y Dios ayude a cualquiera que se
interponga en mi camino. Odio mi vida. En realidad, odio casi todo.
Eso es hasta que me encuentro con la chica de al lado. Indi-maldita-ana. Mi
disgusto por ella es instantáneo. Desde el momento en que la miro, enciende algo
dentro de mí. Me hace sentir cosas que pensé que era incapaz de sentir. No me
gusta, ni un poco. Cuando me mira con sus grandes, hermosos e inquietantes ojos
verdes, es como si pudiera ver en lo más profundo de mi alma. Me enloquece. Es
como el sol y el arco iris en mi mundo de tristeza y fatalidad. Odio al sol y a los
arcoíris.
Soy Indiana Montgomery, mis amigos me llaman Indi. A pesar de perder a
mi madre a la edad de seis años, tengo una vida maravillosa y grandes amigos. Mi
padre compensa con creces el hecho de que solo tengo un padre. Soy su niña
pequeña, el centro de su mundo. Lo adoro.
Cuando Carter Reynolds se muda a la casa de al lado, mi vida empeora. Es
magnífico, pecaminosamente atractivo, pero ahí es donde terminan mis cumplidos.
Parece empeñado en hacer que mi vida sea miserable. Actúa duro, pero cuando lo
miro a los ojos, no lo veo. Veo dolor y pena. Para mí, parece perdido.
Debería odiarlo por la forma en que me trata, pero sorprendentemente no lo
hago. En todo caso, lo siento por él. Quiero ayudarlo a encontrar la paz. Ayudarlo
a encontrar la luz que sé que está enterrada en algún lugar dentro de su oscuridad,
pero no tiene derecho a eso.
Me ha advertido una y otra vez que me mantenga alejada, pero no puedo. Me
atrae por alguna razón. Siempre se refiere a sí mismo como un bastardo. Eso puede
ser cierto, pero para mí, es más como un bastardo bellamente incomprendido. Le
guste o no, me niego a renunciar a él.
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Ella creyó que podía, entonces lo hizo.
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En el pasado…
Carter
Al llegar, mi madre envuelve sus largos y delicados dedos alrededor de mi
pequeña mano.
―Salta, bebé. ―Sonríe mientras me lanzo desde el último escalón del autobús,
aterrizando en la acera. Ambos nos reímos. Adoro a mi mamá. Es divertida.
―Brrrrrr, hace frío hoy ―dice ella.
Alzando la mirada, la encuentro temblando. Le sonrío mientras abrocha el
abrigo para mantenerme caliente. Excavando en su bolso, saca mi gorra favorita de
Spiderman y mi bufanda, sosteniéndolos para que los vea.
―Ponte esto, cariño ―dice sonriendo mientras se agacha frente a mí,
colocando el gorro en mi cabeza y envolviendo la bufanda alrededor de mi cuello―.
Deja que te ponga los guantes ―agrega, alcanzando su bolsa de nuevo―. No puedo
tener a mi pequeño hombre enfermándose. ―Me levanto y miro mientras empuja
mis pequeños dedos en mis guantes azules, uno por uno―. Allí, muy bien.
―Cómodo como un bicho en una alfombra ―agrego. Eso es algo que me dice
todas las noches cuando me mete en la cama.
―Así es, cariño ―dice, inclinándose hacia adelante, dándome un suave beso
en la nariz. Poniéndose de pie, se estira por mi mano―. Vamos.
Mientras caminamos por la calle, mis ojos asimilan todo. No creo que haya
estado aquí antes. Hay tiendas a un lado de la calle, y casas grandes en el otro.
―¿Dónde estamos, mamá? ―pregunto mientras miro alrededor. El fuerte
rugido de una moto que pasa me hace saltar.
―Esta es mi ciudad natal. Crecí aquí. ―La miro—. Vaya. ¿Mamá vivió en otro
lugar antes de nuestra casa?
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Me mira, pero se ve triste.
―¿Viviste aquí cuando eras pequeña, como yo? ―pregunto.
―Eh, ajá. Aquí es donde viven tus abuelos.
―¿Tengo una abuela y un abuelo? ―Tampoco lo sabía. Siento mis ojos
ampliarse y sonrío. Escucho a los niños charlar en la escuela sobre sus abuelos todo
el tiempo. Siempre me pregunté por qué no tenía ninguno propio. Nunca le he
preguntado a mi mamá por qué. Una vez le pregunté cómo es que no tenía papá
como los otros niños, y la hice llorar. No me gusta ver a mi mamá llorar.
―Te llevaré a conocerlos ahora. Nunca te han visto antes. ―Estoy tan
emocionado, como hace algunas semanas cuando cumplí cinco años, y mi mamá me
compró un gran pastel de chocolate. A mi amigo Josh, lo dejaron venir.
Incluso me compró un regalo. Nadie excepto mi mamá me ha comprado
alguna vez un presente antes. Conocí a los abuelos de Josh una vez, cuando estaba
jugando en su casa.
Fueron muy amables. Espero que mis abuelos sean como los suyos.
Comienzo a saltar porque estoy tan contento. Mamá se detiene frente a una
gran casa blanca. Es realmente muy grande, como las casas que ves en las películas.
Es mucho más grande que donde mamá y yo vivimos. La mano de mi madre
comienza a temblar mientras sostiene la mía. La miro. Se ve molesta, como la vez
que dibujé en la pared de la casa.
Sus ojos están haciendo cosas graciosas.
―Tus manos están temblando, mamá.
―Estoy bien, pequeño, solo tengo frío. ―Me mira y sonríe. Sus ojos se ven
felices cuando me mira.
―¿Quieres tomar prestados mis guantes?
―No, bebé ―dice mientras su sonrisa se ensancha. Se agacha, colocando sus
manos a cada lado de mi rostro―. No importa lo que suceda cuando entremos aquí,
solo recuerda cuánto te quiero y lo especial que eres.
―Está bien ―digo. Quiero a mi mamá. Sé que voy a querer a mis abuelos
también.
―Buen chico. ―Se inclina hacia adelante y besa mi mejilla antes de levantarse
y alcanzar mi mano de nuevo―. Hagamos esto.
Mientras caminamos por el largo camino de entrada, la mano de mi madre
sigue temblando. Desearía que se pusiera mis guantes. Odio cuando tiene frío.
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―Uno, dos, tres, cuatro… cinco. ―Cuento los escalones en mi cabeza mientras
los subimos antes de detenernos frente a la gran puerta amarilla. Escucho a mi
madre soltar un gran suspiro. Soltando mi mano, la hace puño mientras levanta su
brazo, pero se detiene en el aire. Mirándome, sus labios se levantan antes de golpear
la puerta finalmente. No puedo esperar a ver a mis abuelos. Espero que tengan
chocolate. Me encanta el chocolate.
Alcanzando mi mano, le da un apretón. Cuando la puerta se abre, levanto la
mirada al hombre que está parado allí. No se ve muy feliz cuando ve a mamá.
―Elizabeth ―dice severamente.
―Hola, papá ―responde nerviosa.
Él se relaja cuando mamá dice eso. Las esquinas de su boca suben ligeramente.
Siento mi propia gran sonrisa. Vaya, este debe ser mi abuelo. Se ve tan fuerte.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunta.
Mi madre no dice nada por lo que se sienten como cien años.
―Quise verte. Yo... ummm, quería que conocieras a tu nieto, Carter. ―Le da a
mi mano otro apretón mientras me mira.
―Hola, abuelo ―le digo. Estoy viendo a mi propio abuelo. Quiero abrazarlo.
Se ve enojado otra vez mientras me mira. Luego su cabeza se mueve para mirar a mi
mamá.
―¿Por qué trajiste a este pequeño bastardo aquí? ―pregunta real, realmente
molesto―. Sácalo de aquí. Nunca lo traigas aquí de nuevo. ―Dando un paso atrás,
cierra la puerta en nuestras caras.
Mi madre hace un sonido extraño y siento ganas de llorar. Estoy triste porque
mi mamá está triste. Solo hace ese ruido cuando está enojada. No me gusta mi
abuelo. Es malo.
―Vamos, nene ―dice. Cuando sus ojos se encuentran con los míos, veo que
sus lágrimas ya están cayendo. No me gusta ver a mi mamá llorar.
Casi estoy corriendo detrás de ella mientras tira de mi mano. Se apresura por
la entrada y de regreso a la calle.
―¿Qué es un bastardo? ―pregunto. Nunca escuché esa palabra antes. Por la
forma en que mi abuelo la dijo, no suena como una buena palabra.
Mi pregunta detiene su caminar. Limpiándose los ojos con la parte posterior
de su mano, se pone en cuclillas frente a mí.
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―No eres un bastardo ―dice con tristeza―. No prestes atención a lo que dijo.
Eres un niño hermoso. ―Me da un beso en la frente―. Lamento haberte traído aquí.
―Está bien, mamá ―digo tratando muy duro de ser valiente. Cuando mi labio
inferior comienza a temblar y mis primeras lágrimas caen, sé que fallé. No soy
valiente.
―Oh, bebé. ―Abre los brazos, abrazándome fuertemente contra ella mientras
lloro en su pecho―. No eres un bastardo ―susurra.
Quiero creerle, lo hago, pero ¿por qué lo diría el abuelo si no es verdad? Odio
ser un bastardo. Aunque no sé lo que significa, sé que este momento y esa horrible
palabra estará conmigo por mucho tiempo.
Tal vez incluso por el resto de mi vida.
••••
Bastardo
1. Ofensivo. Una persona nacida de padres no casada uno con el otro.
2. Argot. a. Una persona considerada como mala o despreciable.
b. Una persona considerada desafortunada especialmente.
3. Algo que es irregular, de origen inferior o dudoso.
Es curioso cómo un momento fugaz en el tiempo puede cambiarte. Una estúpida, loca,
palabra jodida puede definirte. No lo supe en ese momento, pero después de ese día las cosas
cambiaron, yo cambié. Solo tenía cinco años el día que supe que era un bastardo, y tristemente
mientras los años pasaron, eso es exactamente en lo que me convertí.
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Parte I
11
En el presente…
Carter
Poniendo la última de las cajas en el maletero del auto, me giro y le doy una
mirada final al único lugar al que llamé casa. El lugar donde he vivido los últimos
diecisiete años de mi vida. Claro, es solo un viejo bloque de apartamentos de mierda,
pero es mi casa. Es todo lo que he conocido. Estoy malditamente enojado de que me
estén obligando a dejarlo. He estado temiendo este día. Odio tener que vivir con ese
pendejito al que mi madre ahora llama marido.
Gracias a Dios solo será por seis meses. Entonces cumpliré dieciocho años;
finalmente me convertiré en un adulto legal. Pueden estar seguros como el infierno
que lo primero que haré, será volar de ese lugar olvidado de Dios. Mi madre tiene a
ese cabrón para cuidarla ahora. Ya no me necesita.
Comenzó a salir con John Shepard hace seis meses. Fue un romance torbellino,
podrían decir. Supongo que ha estado sola desde que nací, por lo que realmente no
puedo culparla por querer un compañero. Siempre hemos sido solo nosotros dos. Al
principio, como que me gustó la idea de tener una figura paterna alrededor, pero
mis esperanzas pronto se desvanecieron cuando llegué a conocer a Pendejito. Ese es
mi sobrenombre para él. Le queda perfecto.
Vi la diferencia en ella cuando volvió a casa después de haber salido con él. Se
veía más feliz. Emocionada. Como si estuviera flotando o alguna mierda. Me gustó
verla así. Se merecía la felicidad.
Se habían estado viendo por algunos meses antes de que lo trajera a la casa
para conocerme. Mantuve mi mejor comportamiento la primera vez que nos
encontramos. Lo hice por ella. Él fue muy agradable hasta que ella salió de la
habitación por unos minutos para traernos bebidas. La forma en que me vio de
arriba abajo con desdén instantáneamente hizo que mis sospechas fueran en
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aumento. A medida que pasaba el tiempo, esas miradas se volvieron comentarios de
odio. Al principio no había hecho nada para provocarlos. Supongo que solo le caí
mal sin razón. Tal vez porque era un bastardo. ¿Quién sabe? Estaba acostumbrado
al rechazo. Me había enfrentado a él mi vida entera.
El amor de mi madre siempre ha sido incondicional. Incluso cuando actuaba
mal, todavía me quería, todavía le importaba. Siempre estaré agradecido por eso.
Ella ha pasado por mucho conmigo a lo largo de los años, pero sus sentimientos por
mí nunca han vacilado. Ni una sola vez. Yo era nada para Pendejito, supongo. Solo
una espina en el costado. Alguien interponiéndose en su camino para estar con mi
madre.
Estuve destrozado cuando le propuso matrimonio y ella aceptó, pero no le dije
cómo me sentí. No iba a estallar su burbuja. Se merecía la felicidad después de todos
los sacrificios que había hecho por mí a través de los años. No iba a pararme en su
camino.
El día en que finalmente le puso el anillo en el dedo, fue el mismo día que dio
a conocer sus verdaderos sentimientos por mí. Tuvieron una ceremonia civil de
mierda en la oficina de Registro. Era el primer matrimonio de mi madre. Se merecía
mucho más que eso. Ni siquiera quería asistir, pero ella me quería allí, así que por
su bien tuve que sonreír y soportarlo.
Después, los tres nos dirigimos a un buen restaurante para un almuerzo de
celebración. Bueno, ellos estuvieron celebrando. Estoy seguro de que yo no lo hice.
Mi mamá le pidió a Pendejito que se detuviera en la pastelería local para poder
comprar un buen pastel para llevar. En el momento en que estuvo fuera del auto,
me dio una mirada de odio a través del espejo retrovisor.
―Amo a tu madre ―me dijo―, pero no pienses ni por un minuto que algo de
ese afecto se extiende a ti, porque no lo hace. En mi opinión, eres la parte no
bienvenida del paquete. ―Odio admitirlo, pero sus hirientes palabras me dolieron.
Solo sirvieron para hacerme sentir aún peor.
¿Por qué era una persona tan difícil de querer?
Antes de que tuviera la oportunidad de cerrar el maletero, mi padrastro se
asomó desde la ventana del lado del conductor.
―Date prisa, hijo. No tengo todo el día ―burlándose sarcásticamente. Juro que
hace mierda como esa para provocarme. Mi cabeza se mueve en su dirección.
―No soy tu hijo. Será mejor que recuerdes eso, viejo ―respondo,
entrecerrando los ojos―. Si movieras el culo y me ayudaras en lugar de sentarte allí
gritando órdenes toda la tarde, hubiéramos terminado hace horas.
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Echando la cabeza hacia atrás, se ríe de mi comentario. Actúa tan dulce en
frente de mi madre. Ella se enamora de su patética mierda todo el tiempo. La verdad
es que es un falso asno de mierda. Tan pronto como mi madre se da la vuelta, me
trata como una basura. Ella podría amarlo, pero yo no. Malditamente lo odio. Estos
serán los seis meses más largos de mi vida.
Cerrando de golpe el maletero, voy hacia el lado del pasajero del auto.
―Limpia tus malditos pies antes de entrar en el auto ―grita. Juro que, si
hubiera alguna mierda de perro cerca en este momento, la pisaría solo para
fastidiarlo.
Suspirando, hago lo que me pide antes de sentarme en el lado del pasajero.
―Pendejo ―murmuro en voz baja.
―Vigila esa boca inteligente, chico. No voy a tolerar que hables así en mi casa,
y especialmente frente a tu madre. ―Nunca le hablaría así a mi mamá. Con él, sin
embargo, es una historia totalmente diferente.
Ignorándolo, vuelvo la cabeza mirando por la ventana, echando un último
vistazo a mi casa cuando se retira del camino.
Cristo, ni siquiera he tenido veinticuatro horas con él y ya quiero golpearlo. No
dice ni una palabra en el trayecto a su casa. Estoy agradecido por eso. Mi estómago
está en nudos. Vivir con este pendejo será puro maldito infierno. No tengo idea de
lo que mi madre ve en él, pero sorprendentemente la hace feliz. Esa es la única razón
por la que sigo esta mierda. Lo estoy haciendo por ella, por ninguna otra razón.
Después de todo, se ha sacrificado por mí y merece ser feliz.
Toma una hora en auto de mi viejo barrio a las puertas del infierno. Mierda,
necesito un cigarro. Tan pronto como llegamos a la calle, a la que ahora llamaré casa,
mi ritmo cardíaco aumenta. La calle está alineada con casas perfectas, con jardines
perfectos y arbustos cuidados.
Ya odio estar aquí.
―Este es tu nuevo hogar, mi hogar. Recuerda eso ―dice Pendejito cuando
camina por el camino de entrada.
―Malditamente lo haré ―respondo mientras salgo del auto antes de que tenga
la oportunidad de decir otra palabra. Me dirijo a la parte posterior del vehículo para
sacar las cajas. Por supuesto, ese jodido perezoso va directamente dentro. Creo que
estaré haciendo todo el trabajo de nuevo.
Imagínense eso.
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Cuando voy a abrir el maletero, me detengo al escuchar la risa. Pura, dulce,
risa enfermiza. Mi cabeza voltea en dirección de donde vino, y es entonces cuando
la veo. Bueno, en realidad, lo primero que veo es su pequeño trasero apretado. Está
inclinada dándole palmaditas a un perro, usando un sexy pantalón corto. Apartando
mis ojos de ella, los aterrizo en el perro. Es un pastor alemán de pelo largo.
El perro perfecto.
Al crecer siempre quise un perro así, pero viviendo en un edificio de
apartamentos que no permitía animales grandes, fue imposible.
Cuando la chica se endereza, mis ojos se mueven hacia su cabello largo y
oscuro que ahora cae en cascada por su delgada espalda. El sol brilla sobre él,
iluminándolo. Me encuentro deseando que se dé la vuelta para poder ver su rostro.
No lo hace, así que mi mirada vuelve a bajar a su culo. Demonios, qué culo.
Imágenes de mí envolviendo su cabello alrededor de mi muñeca mientras la
doblo, golpeándola por detrás entran en mi mente. Hacen que mi pene se revuelva.
Jesús, ¿por qué dejo que mis pensamientos vayan allí? Su cuerpo podría ser grandioso,
pero eso no significa que su rostro lo sea también. Supongo que, si le diera desde
atrás, eso no sería realmente un problema de todos modos.
Observo mientras levanta su brazo, tirando la pelota por el patio. Tiene un
lanzamiento bastante bueno para una chica. El perro gira, corriendo hacia la pelota.
Cuando va de regreso casi la tira por su emoción. Ella comienza a reír de nuevo, y
siento las esquinas de mis labios levantarse en una sonrisa mientras los miro.
―Buen chico ―dice ella en una dulce voz mientras le rasca detrás de las
orejas―. ¿Quién es un buen chico? ―Cuando el perro se da cuenta de que estoy allí
de pie mirando, deja caer la pelota de su boca y trota en mi dirección.
―Hola, chico ―le digo, tendiéndole la mano para que la olfatee. Parece
amistoso, así que me estiro, pasando los dedos a través de su larga melena. Puedo
sentir mi sonrisa ensancharse. Sonreír es algo que no hago usualmente.
―Lassie. ―Oigo que grita, haciendo que mi sonrisa se convierta
instantáneamente en una mueca. Tiene que estar jodidamente bromeando. ¿Lassie?
Tuvo la audacia de nombrar a este perro genial Lassie. ¿En qué demonios estaba
pensando? Se parece más a un Rambo o un Butch, definitivamente no a un puto
Lassie.
―Pobrecito ―le susurro, mientras le rasco detrás de las orejas―.
Probablemente estará cortando tus bolas después y poniendo una maldita diadema
en tu pelo.
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Mi cabeza se voltea y mi frente se surca mientras ella viene hacia nosotros. Al
diablo si su rostro no es tan hermoso como ese delicioso cuerpo suyo. Juro que mi
mandíbula se relaja cuando se acerca. Es una maldita niña. Sus largos cabellos
oscuros, su rostro angelical. Sus grandes ojos están rodeados de pestañas gruesas y
oscuras. Su piel cremosa es perfecta, me pica solo por tocarla. Mis ojos se dirigen
hacia sus senos. Son algo pequeños, pero más de un bocado sería un desperdicio,
supongo. Tiene una pequeña y linda nariz de botón que hace que quiera chuparla
en mi boca.
De acuerdo, tal vez el último comentario fue un poco exagerado. Eso es solo
mi yo bastardo levantando su fea cabeza. Es un mecanismo de defensa que
desarrollé y dominé a través de los años. Una barrera que puse en su lugar. Odio
que ya esté haciéndome sentir cosas que no quiero. Aprendí a lo largo de los años
que, si no puedes sentir, no te pueden lastimar. Si voy a estar viéndola a diario,
necesito cortar esta mierda desde la raíz ahora mismo antes de que se salga de
control.
―Hola, debes ser Carter. Tu mamá me dijo que te mudarías hoy. ―Su belleza
me dejó sin palabras.
¿Qué demonios?
Recuperándome, me enderezo a toda mi altura, elevándome sobre su pequeña
figura. Sus regordetes labios sexys como la mierda se curvan en una sonrisa mientras
sus hermosos ojos verdes se encuentran con los míos.
―Soy Indiana. Tu nueva vecina ―dice dulcemente extendiendo su mano hacia
mí.
Que comience el juego.
Es hora de alejarla antes de que se acerque demasiado. Se llama auto
preservación. Aprendí hace mucho tiempo, que disminuye la picadura si rechazo a
alguien antes de que tengan la oportunidad de hacérmelo.
Mi mirada se mueve hacia su mano extendida luego vuelvo a su rostro.
―¿Llamaste a tu perro Lassie? ―gruño―. ¿En qué demonios estabas
pensando? Ese es un nombre de marica para un perro como este. Te das cuenta de
que es macho, ¿verdad?
Su dulc...