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Este libro llega a ti gracias al trabajo desinteresado de otras
lectoras como tú. Está hecho sin ningún ánimo de lucro por lo
cual queda totalmente PROHIBIDA su venta en cualquier
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En caso de que lo hayas comprado, estarás incurriendo en un delito contra la
ley de propiedad intelectual y los derechos de autor en cuyo caso se podrían
tomar medidas legales contra el vendedor y el comprador.
Para incentivar y apoyar las obras de ésta autora, aconsejamos
(si te es posible) la compra del libro físico si llega a publicarse
en español en tu país o el original en formato digital.
Este libro fue traducido gracias a Mais &
Liliana del Foro Paradise Summerland.
Recopilación y Revisión
Mais & Mew
Diseño
Mew Rincone
Índice
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Cadenas
Próximamente
Sinopsis
Lucca se convirtió en el segundo al mando, siendo la
pesadilla misma.
Chloe estaba cicatrizada por su pasado, aprendiendo
demasiado joven que las pesadillas son ciertas.
Él ha esperado lo suficiente para reclamar su alma, pero
debe arrebatársela al diablo primero.
El alma de ella podría haber sido mejor que fuera
reclamada por el diablo.
La única manera de salvarla de su pasado es ahondar en
la de él.
El mundo que ella conoce se vendrá abajo.
Solo soy el jodido Coco.
Soy un jodido fenómeno.
Lucca (Made Men #4)
Prólogo
La historia detrás de la cicatriz: la historia de
tristeza, lamento y tortura
Siete meses atrás, Enero…
Llevando su Cadillac clásico negro hacia un lado de la calle, se
posicionó perfectamente para observar la casa. Entonces miró el reloj y vio
que había calculado perfectamente. Ya ha terminado la escuela.
Encendió y apagó su encendedor—encendido y apagado—
esperando a que ella regresara. Lucca nunca había sido bueno en
quedarse quieto y tampoco era un hombre muy paciente cuando estaba
cansado. La noche de ayer había sido larga y su cuerpo todavía lo sentía
esta tarde. A pesar de ello, había disfrutado cada segundo de ello.
Anoche, había tendido al Sr. Johnson a descansar y había
sostenido su promesa de follar a la rubia hasta que ella lo lamentara.
Ambas cosas habían saciado su lado oscuro… por ahora, al menos.
Lucca cerró su encendedor mientras un BMW se estacionaba.
Nunca había confiado en un auto alemán. Lo único bueno sobre ello era su
pintura negra.
Una rubia-fresa salió del auto. Elle Buchanan. No pudo evitar la
cara de desprecio que colocó en su rostro. Su hermano pequeño estaba en
un jodido gran problema.
Observándola caminar hacia la puerta principal, creyó que la chica
solo se volvía más bonita mientras más la veías.
Va a ser una lástima cuando deba estrangular hasta quitarle la vida.
Una cosa era segura, la chica iba a morir y nada iba a salvarla. Era
desafortunado que hubiera estado ahí cuando el gatillo había sido
presionado, pero algunas chicas simplemente nacían sin suerte y ésta en
particular. Solo iba a lograr sobrevivir un mes más hasta su cumpleaños
número dieciocho.
El auto dio reversa, atrayendo su atención. Se preguntaba quién
dejaría a esta chica en este vecindario. Realmente estaba un poco
sorprendido de que esta fuera la dirección, considerando que la chica
había venido de una escuela preparatoria.
Mirando el reloj de nuevo, notó que había un poco más de tiempo
antes de que Elle fuera al trabajo. Su instinto le dijo que siguiera el auto.
Cualquiera con la que ella saliera posiblemente podría ser daño colateral si
su jodida boca balbuceaba demasiado.
Lucca encendió su auto, decidiendo seguir el BMW. Mantuvo una
buena distancia desde atrás, siguiéndolo en una dirección que no había
estado esperando. Esta parte del pueblo era mayormente controlada por la
ciudad, junto con algunos restaurantes caros y tiendas.
Observando su auto estacionarse en una de las tiendas más caras
de la ciudad, se estacionó en la calle y sacó su celular para enviar por
mensaje la placa de licencia a un amigo. Esperó en anticipación, la
curiosidad lentamente comiéndolo, solo se hizo aún peor cuando la puerta
del auto se abrió.
Inmediatamente supo que era una mujer cuando unas botas altas y
negras y pantalones vaqueros del mismo color golpearon el suelo. La
siguiente cosa que notó fue su cabello largo y sedoso. Era el cabello más
negro que había visto.
Quería ver desesperadamente un destello de su rostro pero nunca
dio la vuelta.
Lucca se encontró apagando el auto y saliendo, preguntándose
cómo esto más importante que cualquier otra cosa que podría estar
haciendo con su tiempo. Sus instintos fueron los que le hicieron seguirla
hasta la tienda.
Lucca se aplaudió por ser capaz de ir sin ser notado. Su apariencia
de pantalones vaqueros oscuros, camisas negras y sudaderas del mismo
color le permitían hacer eso, además su rostro y cabello desaliñado. Podía
ir a lugares donde nadie de la familia iría. Los hombres hechos
demandaban atención con sus trajes y aseo inmaculado, mientras que él
no necesitaba esa clase de atención. Tengo otras formas de obtener la
atención que quiero.
Entrando a la tienda sin ser detectado fue fácil con la cara que
tenía. Navegó por la tienda, encontrando a la chica de negro que parecía
estar buscando una pieza en particular. Un ligero destello del lado
izquierdo de su rostro reveló su suave piel de porcelana. Se acercó.
¿La he visto antes?
Otro pequeño destello reveló su joven edad.
Deteniéndose, estaba por darse la vuelta. Ella es demasiado joven.
La chica se giró y entonces volvió a una mesa que ya había pasado.
Su corazón se detuvo un segundo cuando vio todo el lado izquierdo
de su rostro y un sorprendente ojo gris. La otra mitad de su rostro estaba
cubierta por un velo de cabello. Deseaba poder alcanzarla para sentir los
puros mechones negros de seda y apartarlos para revelar el resto de su
rostro.
Vete ya. Nada bueno saldría de esto. Debería haberse ido en el
momento en que había notado que solo era una adolescente.
Todavía era incapaz de decir lo que era, pero algo sobre ella lo
llamaba. Le impedía apartar la mirada de la chica e irse.
Toda la cosa se sentía mal pero al mismo tiempo correcto. Estaba
siendo atraído en diferentes direcciones. Su mente le decía que se fuera,
pero su cuerpo lo mantenía pacientemente esperando.
Observando su mano ir hacia su rostro, sintió que su corazón se
atrapaba en su garganta cuando colocó su cabello detrás de su oreja.
Mierda…Su corazón se detuvo otro segundo ante la vista de su
rostro en su totalidad. Sus ojos viajaron por el lado derecho de su hermoso
rostro que mostraba una cicatriz por encima de su ceja hasta el hueco de
su mejilla. Otra estaba al lado derecho, por encima y debajo de sus
deliciosos labios. El instinto de dejar que las puntas de sus dedos se
deslizaran por cada marca era tan fuerte que pensó que rompería su
máscara.
Sus ojos grises sostenían la historia detrás de la cicatriz: una
historia de tristeza, de lamento y tortura. Era como mirar una muñeca de
porcelana perfecta que había sido dejada caer demasiadas veces. Otros
verían una falla en la rota muñeca, haciéndola ya no perfecta, pero él veía
solo belleza. Era la criatura más hermosa que hubiera visto.
Podía verla estudiar la delicada pieza con manos gentiles durante
horas.
La pieza dorada y florida que estaba amando no era conocida para
él hasta que abrió el objeto en forma de huevo, y música comenzó a
reproducirse. Sus ojos bailaron mientras observaba una bailarina girar
con la música. Se preguntaba qué se sentiría si ella lo miraba así.
—¿Es una pieza hermosa, verdad? —le preguntó la anciana que
parecía ser la dueña mientras se acercaba a ella.
La chica rápidamente se asustó y cerró la caja de música. Él quería
que volviera a estar de la forma en que había estado hace un momento.
Cuando su lengua salió para lamer sus labios, esperó
ansiosamente escuchar la voz que le pertenecía.
—S-sí. —Volvió a mirar la caja, evitando la mirada de la mujer—.
¿C-cuánto cuesta?
—Tres mil dólares.
Quitó sus dedos de la pieza.
—Oh.
La mujer sonrió amablemente.
—Sé que Navidad ha pasado pero tal vez podrías pedir esto para tu
cumpleaños. Podría guardártela.
Sacudió la cabeza.
—Gracias, pero es demasiado.
La señora sonrió.
—Bueno, siempre puedes volver si convences a tus padres.
—Gracias. —La chica le dio una última mirada a la caja de música
antes de que dejara la tienda.
Observarla irse fue más difícil de lo que creyó. No sería capaz de
salir de la tienda hasta que se fuera. Por lo tanto, tuvo que verla a través
de la ventana irse hacia su auto, y eso no fue suficientemente cerca.
Una vibración en su bolsillo lo hizo sacar su celular. No dijo una
palabra cuando aceptó la llamada.
Su amigo Sal estaba al teléfono.
—El BMW está registrado a nombre de Maxwell Masters.
Eso no era lo que había esperado, aunque explicaba porqué sentía
que la había visto antes.
—Chica —dijo Lucca hablando en el teléfono cuidadosamente,
observándola alcanzar el lado del conductor.
—Está casado con Elaine Maste…
—Más joven —lo interrumpió.
Sal se detuvo.
—¿Cicatriz?
Los ojos de Lucca rastrearon sus marcas.
—Sí.
—Esa es la hija de Maxwell, Chloe Masters.
Terminó la llamada con una pulsación de botón.
El tiempo se detuvo mientras absorbía todo lo que podía sobre ella
antes de que desapareciera en su auto.
Siempre había un momento en la vida donde una decisión tenía
que ser tomada y este era su momento.
Su alma torturada llamaba a la oscura suya, susurrándole que la
salvara. Su corazón ahora latía lento, equilibrado, encontrando su
propósito…
Chloe Masters…
Tomando una última mirada a la cicatriz en su rostro, no podía
esperar por el día en que pasara sus dedos por la misma. Hermosa.
Capítulo 1
Mía
Lucca se sentó en el escritorio en la oficina de su casa pasándose
las manos por el cabello e intentando mantener respiraciones profundas.
La imagen de ella todavía tenía que irse de su mente. Sus dedos todavía
picaban por trazar sus hermosas cicatrices. La deseaba, a pesar de su
edad, y nada va a detenerme.
Rara vez quería algo en su vida. Lo primero había sido convertirse
en un hombre hecho a sí mismo, y el segundo, convertirse en el segundo al
mando. Ambas cosas las había logrado a una edad muy temprana.
Teniendo solo veintiséis años de edad, era el segundo al mando
más joven en la historia de la familia Caruso, y se había vuelto hombre
hecho a sí mismo a la edad de diecisiete, que también era el más joven de
la familia en serlo. Lo que había hecho para convertirse en ello fue algo
que enviaría a la mayoría de hombres crecidos a un psiquiatra, pero no a
Lucca.
Lucca nació con un lado oscuro. Se había dado cuenta a edad
temprana que no era como el resto del mundo. Las únicas emociones que
sentía era cuando causaba dolor. Al principio, no tomaba mucho, solo
molestar a otro niño hasta que llorara. Le daba satisfacción y alegría.
Lentamente a través de los años, sin embargo, necesitaba cada vez más
estos sentimientos. Ahora, veintiséis años después, era un completo y
crecido monstruo, anhelando nada más que sangre y caos.
Encendiendo su computadora, buscó en Internet colocando el
nombre que le llamaba. Cuando una imagen de ella saltó, su corazón
comenzó a zumbar en su pecho. Era una foto de más joven; las cicatrices
mucho más frescas, rojas brillantes y diferentes del rosa tenue que había
visto hoy. Para ponerlo simple, se veían espantosas en su perfecto rostro
de porcelana.
Agrandando la imagen, apretó con más fuerza el ratón, hirviendo
con puro enojo. Sabía demasiado bien que habían sido causa de un
cuchillo. Los cortes eran limpios y precisos, con una profundidad
calculada para causar inmenso daño en aquellas áreas sensibles, y para
cicatrizarla de por vida.
Quien sea el hijo de puta que la haya tocado será mejor que esté
muerto.
Volviendo a la búsqueda, buscó quién la había marcado pero solo
apareció una cosa: un accidente de auto hace tres años atrás. Leyendo el
viejo artículo del periódico, descubrió que su padre, Maxwell Masters, fue
quien estuvo detrás del volante esa noche y que sus cicatrices fueron
culpa de la ventana de vidrio al romperse y golpearla en su rostro.
Sandeces.
Lucca volvió a la foto de Chloe, ahora alejándola para revelar a su
padre jurando ser alcalde de la Ciudad de Kansas, Missouri. No tenía ni
un solo rasguño, confirmando lo que ya sabía.
La sed por sangre ahora le recorrían las sus venas. Iba a hacer lo
que fuera y todo para descubrir lo que le había sucedido. Cualquiera que
tuviera que ver con ello sería enterrado a seis pies bajo tierra para el
momento en que terminara.
Mirando a los perros de su padre y su madre, tuvo la sensación de
que la lista iba a ser bastante larga. Todos morirán.
Volvió a la búsqueda, queriendo aprender lo que sea que pudiera.
Viendo una foto más reciente de ella en alguna función, miró
fijamente la imagen, su corazón zumbando más fuerte, de alguna manera
saciando su sed de sangre. Mierda, la deseaba más de lo que había
deseado ser hecho o volverse el segundo al mando.
Su intestino se retorció al pensar en cuánto tiempo iba a tener que
esperar a que cumpliera los dieciocho. No estaba seguro de si iba a poder
evitar llevársela; no estaba acostumbrado a estos fuertes sentimientos.
Sus ojos torturados parecían estar gritándole que la salvara, solo haciendo
que sus urgencias empeoraran.
Colocando un cigarro en sus labios, abrió el frío encendedor de
metal, quemando el final del cigarro y tomando una larga calada.
Fumar siempre le daba algo que hacer y lo hacía enfocarse cuando
sus urgencias retorcidas y enfermas lo llenaban. Solo esperaba que le
ayudaran a mantenerse alejado de Chloe también.
Cerrando el encendedor, colocó su Zippo de vuelta en su escritorio
antes de mirar la foto reciente una vez más.
Solo un pensamiento penetró en su mente.
Mía.
Capítulo 2
Si la salvación es lo que buscas, la violencia no es
la respuesta
Lucca esperó en la pequeña y oscura habitación, preguntándose
por qué sus pies lo trajeron hasta aquí en primer lugar. Las únicas veces
que había venido aquí fue cuando pensaba sobre su madre. Sin embargo,
desde que su madre había muerto no había buscado penitencia.
Penitencia era para aquellos que buscaban absolución. Él no era esa clase
de hombre. Lucca solo buscaba retribución.
Un sonido de deslizamiento lo hizo levantar los ojos hacia la
intrincada ventana donde apenas atravesaba la luz. Podía ver la sombra de
un anciano al otro lado de la pared.
La idea de irse entró su mente, pero en su lugar, las palabras
salieron como si solo hubiera sido ayer que las hubiera dicho:
—Perdóneme Padre, porque he pecado. Ha pasado bastante tiempo
desde mi última confesión.
Mientras Lucca estaba allí, incapaz de encontrar las palabras, la
figura detrás de la pared dijo:
—Cuéntame, hijo mío.
—Mi madre solía hacerme venir aquí a confesarme cuando era
pequeño, pero cuando me uní a la oficina, ella ya no pudo traerme más.
Todavía recuerdo el día en que me uní. Me rogó que viniera aquí. Le dije
que no había manera de salvarme después de lo que hice. Solía bromear
diciendo que había un demonio dentro de mí. Ese fue el día en que ella se
dio cuenta que realmente había uno. Nunca olvidaré la mirada en sus ojos
cuando me vio por quien realmente era, cuando vio nada más que puro
mal. —Lucca se detuvo un momento—. Aun así, de alguna manera,
incluso hasta que fue asesinada, creyó que había una forma de salvarme,
que de alguna manera podía todavía buscar la salvación después de todo
lo que había hecho.
—¿Es por eso que estás aquí ahora? ¿Para encontrar la salvación?
—La voz del conocimiento llenó el espacio entre ellos.
Ojos grises miraron de vuelta hacia él en su mente.
—Sí.
—Entonces debes arrepentirte, hijo mío.
—No estoy buscando el tipo de salvación de Dios.
El padre se quedó en silencio un minuto.
—¿Entonces qué clase de salvación buscas?
Ahora, en su mente, sus dedos trazaron la cicatriz siguiendo el
camino desde su ceja hasta su mejilla antes de viajar hacia abajo para
trazar sus sensuales labios.
—Mi salvación viene con una chica de diecisiete años.
—Hay reglas, Lucca.
—Sabe muy bien sigo la regla de no tocar a nadie menor de edad.
—¿Tú has…? —El padre no fue capaz de terminar la oración, con
miedo de la respuesta que podría escuchar.
—Soy culpable del peor de los pecados, Padre, pero no estoy aquí
para arrepentirme de algún pecado que haya cometido. Estoy aquí para
pedir perdón por lo que pueda hacer. —Haré. La pregunta era cuándo, no
si iba a hacerlo.
—¿Pides perdón por tu futuro pero no de tu pasado? —A pesar de
que había una pared separándolos, la perplejidad del anciano fue evidente
a través de su voz.
—Las cosas que voy a hacerle a ella, por ella… temo que será el
peor de los crímenes que jamás cometeré.
—Si la salvación es lo que buscas, la violencia no es la respuesta.
La violencia siempre es la respuesta.
—Como dije, no estoy buscando la salvación de Dios. Mi salvación
vendrá cuando ponga mis manos en ella, las mismas manos que tomarán
la vida de los cuerpos de aquellos que la han tocado.
Lucca se puso de pie para retirarse del lugar, pero la voz del padre
lo detuvo.
—Te he visto sentarte en mi iglesia de vez en cuando después de la
muerte de tu madre cuando crees que nadie está aquí para verte. Dios
también te ha visto. Creo que quieres perdón por todos tus pecados, hijo
mío.
—Tal vez tenga razón, Padre. Tal vez una parte de mí espera
encontrar un camino hacia mi madre de nuevo, pero el camino en el que
estoy ahora solo me llevará directo al Infierno.
Mientras salía de la habitación, podía escuchar los rezos
desamparados del Padre y el collar apretándose mientras se aferraba el
rosario alrededor de su cuello.
Los rezos no eran por Lucca sino por las almas que el Coco estaba
por reclamar.
Capítulo 3
El Ser detrás de la puerta
En la Actualidad
La mesa fría y de metal debajo de ella era un contraste escueto con
su rostro quemando por lo que parecía llanto inútil.
—¡Por favor! ¡Detente! —Ninguna clase de patear ni luchar se
comparaba con lo que sentía como millones de manos sosteniéndola hacia
abajo.
La risa del hombre malvado que sostenía un cuchillo llenó sus orejas,
burlándose.
—Quédate quieta, pequeña niña... —Acercó el cuchillo a su rostro—,
o el dolor será peor.
Mirando a sus ojos anormalmente grandes y negros, estaba segura
de que estaba mirando a los ojos del diablo…
La daga de plata se acercó cada vez más a su ojo derecho hasta que
solo estaba a escasos centímetros de su pupila.
—No parpadees.
Una lágrima se acumuló en su ojo, haciéndole más difícil mientras
luchaba por mantener su ojo abierto. Su cuerpo comenzó a temblar. Iba a
parpadear.
—No parpadees, pequeña niña —le advirtió de nuevo.
La lágrima cayó, y su ojo comenzó a cerrarse…
—¡Chloe! —retumbó la voz de Amo.
Un destello de luz entró en su mente.
—¡Por aquí Chloe! —rogó Amo.
Otro destello de luz la hizo abrir los ojos de golpe.
Se sentó recta tan abruptamente la hizo sentir mareada. La cama,
junto con la gran habitación era una que no reconocía, lo que hacía que su
corazón golpeara como un tambor en sus orejas. Lo último que recordaba
era estacionarse en el aeropuerto, tan cerca de la libertad. Y luego alguien
viniendo detrás de ella y desmayarse…
¡No! Él me tiene, y nadie sabe por qué siquiera estoy aquí.
Temblando, Chloe se levantó de la cama, yendo hacia su mesa de
noche. Su mano se estiró…
El diablo me matará esta vez. Me prometió que lo haría.
Una vez que abrió la costosa caja de música dorada, la melodía
familiar comenzó a reproducirse. Fue entonces cuando se dio cuenta que
no podía ser de ella. Chloe caminó hacia la enorme ventana con un ahogo
...